MUY temprano por la mañana, el 1 de junio, un ciudadano brasileño llegó al Aeropuerto Internacional Bao’an de Shenzhen, en la provincia de Guangdong, en el sur de China. Atraído por las noticias que había recibido sobre el desarrollo tecnológico del país asiático y su exquisita gastronomía, ingresó a territorio chino sin inconveniente alguno y sin la necesidad de mostrar una visa, según informó ese día el Diario de la Juventud de Beijing. Ese brasileño se convirtió así en el primer extranjero en beneficiarse de la nueva política de ingreso a China para los ciudadanos de Brasil, Argentina, Perú, Chile y Uruguay.